sábado, 24 de diciembre de 2011

injusticia y corrupción

Las personas tienden a defender al sistema, aunque sea injusto o corrupto

Esta propensión se da sobre todo bajo cuatro condiciones: la amenaza, la dependencia, la imposibilidad de escape o el escaso control personal


Según una teoría de la psicología cognitiva conocida como “justificación del sistema”, los seres humanos tienden a defender los sistemas en los que están inmersos, aunque éstos sean corruptos o injustos. Una investigación realizada por psicólogos estadounidenses ha revelado que esta actitud se da principalmente bajo cuatro condiciones: cuando el sistema está amenazado, cuando se depende del sistema, cuando resulta imposible escapar al sistema o cuando los individuos pueden ejercer un escaso control personal. Los resultados de este estudio explicarían porqué las poblaciones, a menudo, no se alzan contra situaciones que dañan sus propios intereses. Por Yaiza Martínez.



Fuente: PhotoXpress.
Fuente: PhotoXpress.
¿Por qué los seres humanos tienden a mantenerse fieles a los sistemas o instituciones en los que están inmersos -ya sean éstos un gobierno, una empresa o un matrimonio- aunque no se sientan satisfechos con ellos? ¿Por qué las personas se resisten a cambiar los sistemas, aunque éstos sean corruptos e injustos?

Un artículo reciente, aparecido en la publicación Current Directions in Psychological Science, editada por la Association for Psychological Science (aps) de Estados Unidos, arroja luz sobre las condiciones que determinan la tendencia de los individuos a defender su status quo, aunque éste no les merezca la pena.

Esta tendencia humana a proteger los sistemas ha sido descrita en el marco de la llamada “Teoría de justificación del sistema” (SJT) de la psicología social. La SJT propone que la gente tiende a afanarse por defender y sostener su situación, esto es, por verla como buena, legítima y deseable, aunque no lo sea.

De esta forma, los seres humanos no sólo mantienen actitudes favorables hacia sí mismos (justificación del ego) y hacia su propio grupo social (justificación del grupo), sino que también lo hacen hacia órdenes sociales mayores (justificación del sistema).

La necesidad de creer

Uno de los autores del artículo, el psicólogo de la Fuqua School of Business de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, Aaron C. Kay, añade en un comunicado de la aps que la justificación del sistema es un “proceso pro-activo: cuando alguien justifica su status quo, llega a verlo como éste debiera ser”.

Kay y su colaborador, el estudiante de graduado de la Universidad de Waterloo, en Canadá, Justin Friesen, revisaron estudios nacionales y de laboratorio para tratar de comprender las situaciones que fomentan la justificación del sistema.

Aunque la gente “no justifica sus sistemas sociales siempre, sí que hay una mayor propensión a hacerlo en ciertas circunstancias”, escriben los investigadores. Estas circunstancias son: la amenaza del sistema, la dependencia del sistema, la imposibilidad de escapar al sistema, y un escaso control personal.

En primer lugar, los científicos constataron que, efectivamente, cuando los seres humanos se sienten amenazados, se defienden a sí mismos, y también a sus sistemas.

Aaron C. Kay. Fuente: Universidad de Duke.
Aaron C. Kay. Fuente: Universidad de Duke.
En este sentido, Kay y Friesen ponen un ejemplo muy claro: antes de losatentados de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, las valoraciones de las encuestas populares sobre el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, estaban por los suelos.

Pero cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center, enseguida aumentaron las valoraciones sobre el presidente. Según los investigadores, esto se debe a que, en tiempos de crisis, la gente quiere creer que el sistema funciona.

Dependencia e imposibilidad de escapar

En segundo lugar, las personas también tienden a defender los sistemas si dependen de ellos. Esto quedó demostrado en uno de los experimentos revisados por Kay y Friesen, en el que se hizo que una serie de estudiantes se sintieran dependientes de su universidad.

Una vez alcanzada esta situación, los estudiantes defendieron las políticas de financiación de sus universidades, a pesar de que desaprobaron las mismas políticas cuando éstas provenían del gobierno, situación que no les afectaba directamente.

En tercer lugar, si sentimos que no podemos escapar de un sistema, nos adaptamos, aseguran los investigadores. Para hacerlo, desarrollamos sentimientos de aprobación hacia situaciones que, de otra manera, consideraríamos indeseables.

Para ilustrar este punto, los autores hacen referencia a un estudio en el que se dijo a una serie de participantes que los salarios de los hombres en su país eran un 20% superiores a los de las mujeres.

En lugar de reconocer esta situación como injusta, aquellos participantes que sentían que no podían emigrar del país o cambiar de situación señalaron que la diferencia salarial tenía su origen en diferencias innatas entre los sexos, no en una deficiencia del sistema.

Control personal y sumisión

Por último, en cuanto al control personal, los investigadores afirman que cuanto menos control tenga un individuo sobre su propia vida, más apoyará a su sistema y a sus líderes, porque éstos le aportarán un sentido de orden.

La investigación sobre la justificación del sistema podría explicar porqué las poblaciones a menudo no se alzan contra situaciones que dañan sus propios intereses.

En este sentido, Kay señala que “si se pretende comprender cómo conseguir que se produzcan cambios sociales, se deben entender las condiciones que hacen que la gente se resista a esos cambios, y los factores que podrían hacer que la gente admitiese que dichos cambios son necesarios”. Sin dejar de tener en cuenta que, cuando la gente tiene que soportar un sistema y cuanto peor se encuentra dentro de éste, más propensa es a justificar hábilmente sus deficiencias, en lugar de rebelarse.

Recientemente, hemos hablado en Tendencias21 de los resultados de otra investigación de Aaron C. Kay, en la que se constató que las personas menos informadas sobre temas sociales clave, como el cambio climático o la crisis económica, se sienten felices con esta actitud. Según el estudio, estas mismas personas serían además las más propicias a confiar en que los gobiernos pueden solucionar este tipo de problemas.

Sobre la crueldad humana

Una desconexión neuronal podría explicar la crueldad humana

La capacidad de cometer atrocidades comienza con la inhabilitación de una red de células cerebrales que nos permite empatizar con otros, sugiere un estudio


Los seres humanos a veces son capaces de cometer grandes atrocidades y actos horribles, prácticamente inconcebibles. ¿Por qué? Un estudio reciente realizado por investigadores de la Duke University y de la Princeton University, de Estados Unidos, sugiere que estos comportamientos podrían tener su origen en el fallo de una red neuronal implicada en la interacción social y que hace posible que reconozcamos a otras personas como “humanos”. Por Yaiza Martínez.



Red de neuronas. Imagen: gerard79. Fuente: stock.xchng.
Red de neuronas. Imagen: gerard79. Fuente: stock.xchng.
Los seres humanos a veces son capaces de cometer grandes atrocidades y actos horribles, prácticamente inconcebibles. ¿Por qué?

Un estudio reciente realizado por investigadores de la Duke Universityy de la Princeton University, de Estados Unidos, sugiere que la clave de estos comportamientos podría estar en el fallo de una red neuronal implicada en la interacción social y en el reconocimiento de otras personas como “humanos”.

Dicha red puede desconectarse ante los individuos que causan disgusto o rechazo, afirman los autores del estudio. Como consecuencia, la gente deshumaniza a otros individuos y olvida que éstos tienen pensamientos y sentimientos.

Según explica el director del estudio, el psicólogo Lasana Harris, en uncomunicado de la Duke University: “Cuando nos encontramos con otra persona, normalmente deducimos algo sobre sus pensamientos. Pero, a veces, esta función cognitiva falla, lo que abre la posibilidad de que no percibamos al otro como completamente humano”.

Red neuronal y empatía

En los últimos años, la neurociencia social (que es el estudio simultáneo de dos cerebros en interrelación mutua) ha demostrado que, en el cerebro humano, normalmente se activa una red neuronal concreta cuando vemos imágenes de otras personas o reflexionamos acerca de lo que están pensando otros individuos.

Esta red ha sido identificada gracias a la tecnología IRM o de imagen por resonancia magnética, que permite, de manera no invasiva, registrar imágenes de la actividad cerebral.

Los científicos han sabido que esta red de conexiones neuronales está relacionada con la cognición social, facultad gracias a la cual podemos tener determinados pensamientos o sentimientos –como la empatía- al interactuar con otros individuos.

En la investigación de Harris, realizada en colaboración con Susan Fiske, una profesora de psicología de la Universidad de Princeton especializada en la formación de impresiones sobre los demás y en cómo afectan los prejuicios culturales a las relaciones humanas, participaron 119 estudiantes de la Universidad de Princeton, de una media de edad de 20 años. Todos ellos completaron una encuesta sobre juicios y toma de decisiones, a medida que iban viendo imágenes de personas.

Resultados obtenidos

Con esta encuesta, los científicos determinaron si los estudiantes presentaban respuestas emocionales esperables ante ciertas imágenes, como orgullo al ver a una estudiante de universidad o a un bombero americano; envidia al ver a una mujer de negocios y a un hombre rico; compasión, ante un hombre anciano y una mujer discapacitada o rechazo, al ver a una mujer sin hogar y a un hombre drogadicto.

Lasana Harris. Fuente: Duke Institute for Brain Sciences.
Lasana Harris. Fuente: Duke Institute for Brain Sciences.
Tras imaginar un día en la vida de estas personas, se pidió a los participantes que evaluaran sus potenciales características: su grado de calidez, de competencia, de responsabilidad hacia su propia situación, de control sobre su situación, de inteligencia, de autoconciencia, etc.

Por último, los estudiantes fueron sometidos a un escáner de IRM para registrar su actividad cerebral, al mismo tiempo que veían las imágenes.

Los resultados obtenidos demostraron lo siguiente: la red neuronal clave para la interacción social de los estudiantes no se activó ante las imágenes de drogadictos, personas sin hogar, inmigrantes y otras personas pobres.

Por otro lado, los científicos descubrieron que otras regiones cerebrales influían en la tendencia a deshumanizar a cierto tipo de personas. Dichas regiones fueron las relacionadas con el rechazo, la atención y el control cognitivo.

Es necesario ponerse en la piel de otros

Según Harris: “Estos resultados sugieren que la deshumanización de otras personas tiene raíces múltiples y es un fenómeno complejo. Habrá que hacer nuevas investigaciones para delimitar con mayor exactitud esta complejidad”.

Lo científicos afirman, por otra parte, que resulta muy sorprendente constatar cómo la gente atribuye fácilmente cognición social –vida interna o emociones- a animales y a coches, pero, en cambio, elude establecer contacto ocular con los mendigos sin hogar que se encuentra por la calle.

A este respecto, Fiske señala que “necesitamos pensar en la experiencia de otras personas, eso es lo que nos hace completamente humanos”. De lo contrario, fomentaremos una disfuncionalidad neuronal que favorece la “percepción deshumanizada” o la incapacidad de considerar la vida interior de los demás.

En una situación extrema, esta desconexión cerebral podría explicar, por ejemplo, cómo la propaganda contra los judíos en la Alemania nazi contribuyó a la tortura y el genocidio de millones de personas, afirman los investigadores.

Los resultados de esta investigación han aparecido detallados en el Journal of Psychology bajo el título "Dehumanized Perception: A Psychological Means to Facilitate Atrocities, Torture, and Genocide?” (La percepción deshumanizada: ¿Un instrumento psicológico para posibilitar atrocidades, tortura y genocidio?).

Estudios previos habían establecido ya relaciones entre el funcionamiento del cerebro y las capacidades sociales. Es el caso, por ejemplo, de una investigación sobre psicópatas realizada en 2010 por psicólogos de la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos, en la que se constató que los cerebros de este tipo de individuos presentan una actividad mayor de lo normal en cierta área del cerebro relacionada con la sensación de recompensa o de placer.

Como consecuencia, los psicópatas buscan siempre su propio beneficio sin importarles los efectos de sus actos sobre otras personas o los peligros que puedan conllevar dichos actos.